Continuamente visitaba, en Moscú o en el campo, a otro gran poeta: el turco Nazim Hikmet, legendario escritor encarcelado durante 18 años por los extraños gobiernos de su país.
A Nazim, acusado de querer sublevar la marina turca, lo condenaron a todas la penas del infierno. El juicio tuvo lugar en un barco de guerra. Me contaban cómo lo hicieron andar hasta la extenuación por el puente del barco, y luego lo metieron en el sitio de las letrinas, donde los excrementos se levantaban medio metro sobre el piso. Mi hermano el poeta se sintió desfallecer. La pestilencia lo hacía tambalear. Entonces pensó: los verdugos me están observando desde algún punto, quieren verme caer, quieren contemplarme desdichado. Con altivez sus fuerzas resurgieron. Comenzó a cantar, primero en voz baja, luego en voz más alta, con toda su garganta al final. Cantó todas las canciones, todos los versos de amor que recordaba, sus propios poemas, las romanzas de los campesinos, los himnos de lucha de su pueblo. Cantó todo lo que sabía. Así triunfó de la inmundicia y del martirio. Cuando me contaba estas cosas yo le dije: "Hermano mío, cantaste por todos nosotros. Ya no necesitamos dudar, pensar en lo que haremos. Ya todos sabemos cuándo debemos empezar a cantar".
Pablo Neruda - Confieso que he vivido
1 comentario:
Qué espectacular este estracto... tan aplicable a todo y a cualquier tiempo... estupendo.
Te quiero mucho mucho
MMUA ♥
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